3.10.06

Iberia, locuacidad y refranes

Que los aviones efectúen sus vuelos con puntualidad, a la hora programada y/o anunciada, es un bien cada vez más escaso. Da igual la compañía, salvo meritorias excepciones.

Los problemas, para el pasajero (y para los tripulantes, obviamente) están en tierra y en el aire: congestiones, aeropuertos sobreocupados... y burócratas en los despachos de algunas compañías.

UNA PRIMERA MUESTRA DE LOCUACIDAD
Recientemente, quien esto suscribe se encontró con un vuelo retrasado en Madrid, cuyos motivos de retraso fueron expuestos por megafonía a bombo y platillo por un locuaz comandante, quien explicó con detalles una historia que si no era cierta estuvo bien encontrada, parodiando la frase italiana.

La culpa del retraso, según el comandante, era "del personal de tierra", pero sobre todo de algún "burócrata" que había acumulado una cadena de errores con motivo del cambio de nave (y de modelo) por lo que el avión no podía despegar por un desequilibrio en la carga, al faltarle peso en la cola, etc. etc.

Después de haber explicado aquellos detalles, el locuaz comandante se dio un paseo por el pasillo entre los asientos de muchos cansados pasajeros, sonriendo pletórico hasta que supo, por boca de un pasajero, que aquella interesante narración podía salir reflejada al día siguiente en algún medio de comunicación.

A partir de aquel momento, dejó de lucir tan autosatisfecha sonrisa y fruto de la casualidad o no, el avión tardó poco tiempo en recibir la carga esperada y despegó una vez solventados aquellos problemas "técnicos" de carga en la popa del avión. A la llegada, el comandante rogó al pasajero en cuestión que no diera conocimiento a los medios de comunicación porque podía costarle el cargo.


Y UNA SEGUNDA
Quien esto firma y rubrica fue testigo, otro día de estos, de un nuevo episodio de comandante locuaz de la compañía Iberia.

El vuelo llegó tarde al aeropuerto donde debía descargar pasajeros y recoger a otros. La llegada se produjo con retraso pero la salida tuvo mucho mayor retraso.

Finalmente el avión despegó,y cuando ya había transcurrido un buen rato, unos quince minutos antes de la llegada a destino, el comandante explicó por megafonía que el retraso se debía al "ínfimo" margen de escala que, por cuestiones comerciales, programan los burócratas de la empresa, por lo que los retrasos acumulados no hay quien los recupere.

En una de las lenguas por él utilizadas en su explicación pidió disculpas... "en mi nombre", tras un titubeo. Pero no en el de la compañía.

Puestos a disculparse y a dar explicaciones, mejor recibido hubiera sido por los molestos pasajeros una explicación más temprana, aún en tierra antes de despegar o a poco de haberlo hecho...

A la llegada al destino, firme cual estatua, el comandante fue deseando las buenas noches a los sufridos pasajeros.

UN TERCER CASO
Las dos anteriores son dos anécdotas, pero son situaciones reales que desprestigian a la empresa y a sus empleados, esos comandantes protagonistas, por no lavar en casa los trapos sucios.

Pero la "facilidad" de palabra de los empleados de vuelo de Iberia no es exclusiva de los comandantes, por lo presenciado en una tercera experiencia a bordo de un avión de dicha compañía.

Hace poco también, un par de tripulantes de cabina de la misma compañía explicaron a unos pasajeros quejosos con la falta de aire fresco en la cabina que el aire acondicionado no funcionaba adecuadamente desde hacía varios días. Para mayor abundamiento, a uno de esos pasajeros que hacía cola para ir al lavabo le argumentaron que el otro estaba averiado desde tiempo inmemorial...

DETERIORO DE IMAGEN, FALTA DE CALIDAD
Demasiada locuacidad, como se ve, acreditan algunas personas que forman parte del personal de vuelo de Iberia. Esos personajes parecen no ser conscientes de aquel viejo dicho que sostiene que en boca cerrada no entran moscas. Y los responsables de la empresa, por su lado, de aquel otro refrán que dice que cuando el río suena, agua lleva la corriente.